Después de unos meses viviendo en nuestra la Casa ¡volvemos a hacer mudanza! Cualquiera diría que nos encantan… pero no es así. Como ya sabéis, la Casa era demasiado grande para nosotros y tuvimos claro desde el principio que, una vez que se terminara el contrato que habíamos heredado, nos iríamos a un sitio más pequeño.
Valoramos mudarnos a otra casa pero no hay mucha oferta para alquilar en el Pueblo y menos aún ‘pequeño’. Así que recurrimos a una opción que ya nos gustaba incluso antes de venir. Un edificio de apartamentos para gente como nosotros, profesionales desplazados por un periodo más o menos largo.
Esta vez no fue difícil, aún tenemos pocas cosas que empaquetar, sólo habíamos comprado los muebles imprescindibles y un par de amigos nos ayudaron a cargar y descargar las cosas del camión de mudanzas que alquilamos. En una mañana teníamos todo en la que ya es nuestra nueva casa.
Y aquí estamos, en un apartamento en el centro del Pueblo: dos habitaciones, dos baños, cuarto de lavadora y secadora y un espacio enorme que hace las funciones de cocina-salón-comedor. Cuando lo vinimos a ver no me parecía muy grande pero al meter los muebles me di cuenta de que no puedo llamarlo ‘apartamento’… ¡tiene 120 m2 !
Quizá la mejor forma de describiros cómo es es con algo que nos dijo una amiga que vino al Pueblo y que nos decía que antes vivíamos en una casa de Mujeres Desesperadas y ahora en un apartamento como en Sexo en Nueva York (jajaja, pero salvando las enooooooooomes distancias entre el Pueblo y la Gran Manzana, ¡claro!)
¿Y queréis que os cuente qué es lo que más me gusta? Que aun estando con pocos muebles y sin decorar, es mucho más acogedor. Me encanta también que nos cabe de sobra la mesa de comedor. Es la más grande y más bonita que encontramos cuando fuimos a Ikea y no tenía claro que hubiera suficiente sitio para ella sin tener que atravesarla en medio del salón. Pero cabe. Y todavía queda sitio de sobra alrededor.
Y me gusta que en el edificio tengamos zonas comunes que nos facilitan mucho las cosas: un gimnasio muy completo, una zona de trabajo, un salón común con una tele enorme (perfecta para las contadas ocasiones en la que la queremos ver) y una sala de reuniones que me sirvió de oficina hasta que tuvimos internet en casa y que no descarto volver a usar siempre que me haga falta.
Además, al estar en el centro del Pueblo, podemos ir a tomarnos una cervecita andando. Y cuando quedamos para cenar, volvemos a casa a pie. Un pequeño lujo que estamos disfrutando un montón.
Ahora nos queda ir decorándola poco a poco así que las ideas son bienvenidas. ¡Y las visitas también!